Arrastra una música ideal, este
invierno del Delta. Los instantes
que van del murmullo matutino
de pájaros, a las casuarinas insistentes:
silbidos de amistades trabadas
en la misma selva
inmaterial que es su intemperie.
Cielo celeste en el domingo
remontando las curvas suaves
kilómetro a kilómetro
de nuestro Carapachay.
Puras amabilidades
para los que atravesamos
con estilo encebollado y serio
las tibiezas de un sol que dura poco.
Oro en las copas de los árboles oro
en los muelles.
*
¿Es una obviedad,
un lugar común pensar
una y otra vez que los árboles
“murmuran” un idioma trabado
por el viento?
Las casuarinas
inventan sobre el mediodía
un silbido de notas afinadas;
sobre la tarde austera de sol,
vuelve su augusta melodía,
y descubro que los árboles de esta vera
no “murmuran”, sino “cantan”.
*
Pura algarabía de los sentidos,
para nuestro descanso
tan deseado.
Punto exacto:
luz del atardecer
posada en la glicina
de la orilla de enfrente.
Flores de violeta traslúcido
entre las sombras,
embriagan y despiertan
la más vil alergia.
Así, en su propia dialéctica
la naturaleza del Carapachay nos recibe,
nuevamente.
*
Anochece,
y se tornan estelas las luces
que aparecen en el río.
Una lanchita avanza decidida,
y detrás la lancha colectiva.
Bajan los amigos, felices.
Como bienvenida enjundiosa,
cruzan a la altura de nuestras cabezas,
en medio del río, una bandada
de patos escandalosos.
Su llamada no alarma, invita
a adivinar nombres de aves
que esta región ofrece.
Es hora de preparar el fuego,
fogata, asado, estufa,
pero nada más resolvernos, el frío
invita a entrar y allí quedarnos.
Luego iremos al muelle,
a despedir el día,
a dejarnos estar en los silencios.
La noche. Los pájaros. Los amigos.
*
Aires de La otra orilla
para Alicia Genovese
Como si pudiera
quedarme suspendido
–¿pura perpetuación
de un instante tan fugaz?
–anécdota, a fin de cuentas,
de un transcurrir moroso
en esta
naturaleza galante del Delta
casa, jardín, cotorras
lluvia a raudales
y todo esplende
y brillo cegador
suspensión del viento
que mueve incansablemente
las hojas
infla un short, flamea
una toalla verde oscuro
tiemblan cuatro vasos de colores
sobre la baranda
de la galería.
Iniciales
Sabe que la palabra arrecia
en sus tormentas, desvela
la lucidez del que esperando espera.
No hay, no puede haber tarea más amarga
que anhelar la migaja que estalla en el poema
si nada dice nada cambia
el proscenio del que en broma ataca
la inmediata lírica inventada.
Que moje y que refresque,
el nudo estelar en que me hundo
Que moje y que refresque
las manos que esparcieron la semilla
Que moje
Que refresque
que día a día
su palabra inicial
surja del lodo del todo
que va a dar a la nada
irremediablemente. Y más.
Juan Fernando García (Necochea, 1969)
Sobre el Carapachay (selección; inéditos)