¿Quién es?
Soy el que habló. Antes de serlo,
fui una mosca, un ratón, una lombriz
esperando que algo me apresara.
De noche, mientras leo me distrae
una araña en el techo. Veo sus patas
asomadas en el borde de plástico,
esperando. Una polilla da vueltas
alrededor de la lámpara. Mi frase
pensada se interrumpe: ahí está
enteramente negra, caminando
a una velocidad espantosa. Quieta,
la noche muda se tragó el zumbido
que acompañó mi libro. No le ruego
a nada, pero pido ser un pájaro
que llegue hasta allá arriba donde ella
chupa jugo de insecto. Salir, huir
de la pieza. ¿Cómo podré apagar
la luz, dormir cuando sus pasos suaves
golpeen al revés lo que me cubre?
Paisaje
¿Era yo el que miraba las sierras
con la birome en la mano rayando
el piso de la carpa impermeable?
El miedo a un cuerpo que cada mañana
parecía acercarse a lo que todavía
no digo. O el saber que mi cara
no era carnada para tantas presas:
mi gesto prisionero de esas risas.
Cada escenario en mi memoria esconde
un fondo de silencio. ¿Soy
el último, el que va a morir
un día? El mismo en que escribiste
por mera necesidad tus palabras
de ciego. ¿Montañas, árboles, río?
En letras de niño, sobre esa lona
pusiste una verdad a tu medida
y disfrutaste del primer elogio.
Y no querías los dientes accesibles,
la carne pobre, sino tener el hambre
de la chica que mordía otro anzuelo.
Ninguna lechucita de ojos zarcos
te dará nunca lo que no quisiste.
La noche te deja solo, me voy
a salpicar de vino mi vergüenza.
Bajo esta lámpara no recuerdo nada
que pase por un verso. ¿Para qué
esperar aquella luz anterior
invadiendo lo que no busqué? Yo,
un ridículo interior con paisaje.
Soy el que habló. Antes de serlo,
fui una mosca, un ratón, una lombriz
esperando que algo me apresara.
De noche, mientras leo me distrae
una araña en el techo. Veo sus patas
asomadas en el borde de plástico,
esperando. Una polilla da vueltas
alrededor de la lámpara. Mi frase
pensada se interrumpe: ahí está
enteramente negra, caminando
a una velocidad espantosa. Quieta,
la noche muda se tragó el zumbido
que acompañó mi libro. No le ruego
a nada, pero pido ser un pájaro
que llegue hasta allá arriba donde ella
chupa jugo de insecto. Salir, huir
de la pieza. ¿Cómo podré apagar
la luz, dormir cuando sus pasos suaves
golpeen al revés lo que me cubre?
Paisaje
¿Era yo el que miraba las sierras
con la birome en la mano rayando
el piso de la carpa impermeable?
El miedo a un cuerpo que cada mañana
parecía acercarse a lo que todavía
no digo. O el saber que mi cara
no era carnada para tantas presas:
mi gesto prisionero de esas risas.
Cada escenario en mi memoria esconde
un fondo de silencio. ¿Soy
el último, el que va a morir
un día? El mismo en que escribiste
por mera necesidad tus palabras
de ciego. ¿Montañas, árboles, río?
En letras de niño, sobre esa lona
pusiste una verdad a tu medida
y disfrutaste del primer elogio.
Y no querías los dientes accesibles,
la carne pobre, sino tener el hambre
de la chica que mordía otro anzuelo.
Ninguna lechucita de ojos zarcos
te dará nunca lo que no quisiste.
La noche te deja solo, me voy
a salpicar de vino mi vergüenza.
Bajo esta lámpara no recuerdo nada
que pase por un verso. ¿Para qué
esperar aquella luz anterior
invadiendo lo que no busqué? Yo,
un ridículo interior con paisaje.
De. Poemas Sentimentales
Reconciliación
Poema mío, quiero que la busques
y te plantés delante de sus ojos
con tu papel efímero, tus blancos
más vacuos que la luz delimitando
el espacio entre estrellas. Y que defiendas
mi insuficiente disculpas por haber dicho
más de lo que hace falta y mucho menos
de lo que ella provoca. Poemita,
serás tan cuidadoso que aun solo
deberías poder ser recibido
y por las dudas llevá una palabra
que no significa poco, aunque parezca
ridícula y gastada, abrigate
con las dos breves sílabas de "amor".
Si no fueras así vestido acaso ella
fácilmente te crea mentiroso.
No importa cómo suenes pero decí
esto que escribo:"El que me mandó
quiere que lo perdones. Sus preguntas
no dejan de encontrar buenas respuestas
en vos. Ahora está tan seguro
como se pueda en la época, en los años
de seguir siendo tuyo y no evocar siquiera
la pesadilla de perderte". Si no te cree,
decile que sí escuche la palabra
de eros que tanto nos ha dado
y que ya dice: "Que al menos gracias
a este tono suave te quedés con el poema
para hablar de quien te envía, y si entonces
por tu ruego lo perdonás, que una sonrisa
anuncie la paz y renueve la promesa
del cuerpo que nunca se gasta." Ahora,
poema mío, andá cuando quieras
y llegá hasta el lugar donde tendrás sentido.
Silvio Mattoni (Córdoba, 1969)
De La chica del volcán