Las orejas rojas
Las orejas rojas
las tuyas y las mías
a ambos lados del teléfono.
Bravuras de deseos inconfesables
saliendo de nuestros labios
entre risas y fondo de ojos llorosos
los tubos recalcitrantes
y las orejas rojas rojas
acortando distancias.
Esencial dream
Soñé que en otra vida fui mudo
pero podía escuchar los sonidos del agua.
Sueño doméstico
Me falta la preciada herramienta
para desarmar una cosa.
Eso debería haber pedido
para el día del padre:
una pico de loro
para que ande por fin
el lavarropas, por ejemplo.
Menos intensa que un hacha
pero más necesaria
para la armonía conyugal y familiar.
Me falta la preciada herramienta
para desarmar una cosa.
Eso debería haber pedido
para el día del padre:
una pico de loro
para que ande por fin
el lavarropas, por ejemplo.
Menos intensa que un hacha
pero más necesaria
para la armonía conyugal y familiar.
Un sueño que gira alrededor de algo
Las olas no se escuchan.
Los árboles están detrás del mar.
El viento no corre.
Hay silencio y ese silencio
llena de luz
el acto mismo de la contemplación.
Sueño antropológico
Los pájaros amarillentos cantaban
y con micrófonos de aire
infructuosamente
traté de grabar sus cantos.
Cinco meses de trabajo
en una tribu aborigen
lejos, muy lejos
en una región que quizás no exista
o sólo exista en mi imaginación.
Llevaba de acá para allá
el grupo electrógeno y todos los equipos
pero algo impedía que las grabaciones de esos cantos
salieran bien. Sin embargo, esta mañana
desperté imitando los cantares completos
de aquellos pájaros amarillentos.
Sueño de cowboy junkie
Tuve un sueño:
me encontraba con Townes Van Zandt
en un pequeño bote,
estábamos frente a frente
pero no nos mirábamos a la cara.
Mis hermanos Margo y Peter
junto a nuestro amigo Alan Anton
remaban con la mirada fija en el horizonte.
Todos sabíamos en qué empresa estábamos embarcados:
nos dirigíamos a una isla
donde dejaríamos a Townes solo
con sus demonios interiores a cuestas
lejos de las carreteras, excesos y escenarios
para morir en paz.
Llegamos a la lejana isla
cuando empezaba a llover
y yo acompañé a Townes hasta la orilla.
Se sentó en una roca sin dirigirme la palabra.
Creo que veía el mundo mucho más claramente que todos nosotros
me di vuelta para irme, pero antes musité: “Townes”.
El seguía absorto.
Luego de unos segundos
me miró a los ojos y su expresión se volvió luminosa.
“Gracias”, me dijo. “Gracias por traerme hasta acá
y ayudarme a cumplir un viejo sueño”.
Volví al bote.
Esta noche la lluvia
será mi canción de cuna, comenzó a cantar
cuando nos alejábamos de la orilla.
Nicolás Domínguez Bedini (Buenos Aires, 1973)
De Sueño con lavadoras y otros poemas (inédito)