miércoles, 11 de enero de 2012

Virgilio Piñera: Los niños y las moscas me recibían




En la puerta de mi vecino

En la puerta de mi vecino
un papelito me dejó helado.
“No me molesten. Estoy llorando.
Y consolarme ya nadie puede."

Ahora yo sueño con mi vecino.
Y mientras sueño, abro la puerta.
Adentro veo mi propia cara,
mi propia cara bañada en lágrimas.


Testamento

Como he sido iconoclasta
me niego a que me hagan estatua:
si en la vida he sido carne,
en la muerte no quiero ser mármol.
Como yo soy de un lugar
de demonios y de ángeles,
en ángel y demonio muerto
seguiré por esas calles…
En tal eternidad veré
nuevos demonios y ángeles,
con ellos conversaré
en un lenguaje cifrado.
Y todos entenderán
el yo no lloro, mi hermano….
Así fui, así viví,
así soñé. Pasé el trance.


Cuando vengas a buscarme

Cuando vengan a buscarme         
para ir al baile de los cojos,   
diré que no uso muletas,         
que mis piernas están intactas. 
                                 
Bailaré cha-cha-cha y son       
hasta caerme en pedazos,         
pero ellos insistirán           
en llevarme a ese baile extraño. 
                                 
Con dos hachazos estaré listo,   
con dos muletas iré remando,     
y cuando entre por esa puerta   
me pondrán una coja en los brazos.
                                 
Ella me dirá: ¡Amor mío!,       
yo le diré: ¡Mi adorada!,       
¿cómo fue lo de tus piernas?     
¡cuéntame, que estoy sangrando! 
                                 
Ella, con gran seriedad,         
me contará que fue a palos,     
                                 
pero haciendo de sus tripas     
corazón como un brillante,       
lanzará una carcajada           
que retumbará en la sala.       
                                 
Después, daremos las vueltas     
de estos casos obligados,       
saludaremos a diestra, a siniestra
y a muletazos.                   
                                 
Y cuando nadie lo espere,       
a las dos de la mañana,         
vendrá el verdugo de los cojos   
para que no queden rastros.     


El hechizado

                              A Lezama, en su muerte


Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.
Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.
Lo hiciste con el arma Paradiso.
-Golpe maestro, jaque mate al hado-.
Ahora respira en paz. Viva tu hechizo.


Tararí tarará

Los niños y las moscas me recibían
con miles de mosquitos en La Lisa,
donde vive mi hermana maestra,
que hace tiempo se arrastra por el llano.
¡Tararí! ¡Tarará! Las moscas se comían el pastel,
con matamoscas los niños las mataban.
Los mosquitos la sangre nos chupaban,
una vaquita negra hacía muuu...
Mis grandes alegrías terminaron.


En el insomnio

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tila y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al medico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre esta muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.



Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912 - La Habana, 1979)
Poeta, narrador y dramaturgo cubano.

lunes, 9 de enero de 2012

Daniela Camozzi: Cómo se dirá pavura en japonés


 


fugacidad

si toda dicha es fugaz
que este pelo revuelto en tu mano
el recorrido de los dedos
por el borde de tu omóplato
que este desbande en el centro de mi cuerpo
esta fosforescencia
se sostenga un segundo más
que todavía no se apague


talismán 

cuando simón detecta
que sigilosa me pongo
la cartera al hombro
para irme de su casa
después de haber jugado
a viajar a otros planetas
me grita “tida no te vayas”
y ahí yo le digo
mientras le acaricio la frente
que es hora de dormir

él se da vuelta
y me pregunta hablando
por su celular fluorescente
“hola tida ya te vas?
bueno, pero volvé mañana”

al otro día
mi hermana me llama
a mi celular de verdad
para contarme que simón
la notó muy triste
y concluyó: “mamá,
estamos tristes”
“¿por qué hijo?”
le preguntó ella
con su voz
de hablarle a simón
y con sus ojos
de mirar a simón

“estamos tristes porque
no está la tida”

y yo que voy por la calle
cargada de paquetes
haciendo malabares
me empiezo a reír
con esa risa que me sale
cuando no quiero
y resquebraja
toda la armadura

espero un rato y
la idea aparece:
armar con su voz
y con sus ojos
un talismán fluorescente
un talismán luminoso
lleno de cascabeles 


cómo odio las bromas de los anestesistas

ayer me sacaron
varios pólipos del útero
y ahora alguien
analiza las muestras
en algún laboratorio
de la ciudad

justo antes de dormirme
llegué a escuchar
en un temblor incontrolable
la broma del anestesista
sobre las numerosas vueltas
que debieron darle
a la enorme bata de papel
que me pusieron

mientras su voz se diluía
yo alcancé a rogar
que por favor
nunca me volviesen a crecer
esas protuberancias ahí
ni en la piel ni en las glándulas
ni en ninguna parte

cuando desperté
el cirujano me tocaba la frente
en una caricia involuntaria, fugaz,
como si supiese
que mi dolor era anterior


ital park

todavía me da pena
aquel bolso amarillo
con sus pequeños mickeys
y sus rombos matelassé
destrozado por las ruedas
de los autitos chocadores
a los que me subí
para darles el gusto
entre empujones

presión de pares
dicen las teorías

está bien, pero qué otra cosa
podría haber hecho yo
más que decir sí
y dejarme llevar
al horror de la montaña rusa
y su ascenso traqueteado
a la fatal náusea del samba

no fueron esas teorías, no,
todo, todo era por el olor
a chicle de tu aliento


pavura

las lentejuelas de la blusa
se descosen y caen
y hacen ruido
mucho ruido
sobre el papel

todo lo que anotás
en tu libretita japonesa
termina siendo siempre
sobre lo mismo

aquel amor
el enunciado imposible

cómo se dirá pavura
en japonés

no sé
lo único que importa
es que tu frase se sostenga
por sí sola


Daniela Camozzi  (1969 - Haedo, Provincia de Buenos Aires)
Inéditos