fugacidad
si toda dicha es fugaz
que este pelo revuelto en tu mano
el recorrido de los dedos
por el borde de tu omóplato
que este desbande en el centro de mi cuerpo
esta fosforescencia
se sostenga un segundo más
que todavía no se apague
talismán
cuando simón detecta
que sigilosa me pongo
la cartera al hombro
para irme de su casa
para irme de su casa
después de haber jugado
a viajar a otros planetas
me grita “tida no te vayas”
y ahí yo le digo
mientras le acaricio la frente
que es hora de dormir
él se da vuelta
él se da vuelta
y me pregunta hablando
por su celular fluorescente
“hola tida ya te vas?
bueno, pero volvé mañana”
al otro día
al otro día
mi hermana me llama
a mi celular de verdad
para contarme que simón
la notó muy triste
y concluyó: “mamá,
estamos tristes”
“¿por qué hijo?”
“¿por qué hijo?”
le preguntó ella
con su voz
de hablarle a simón
y con sus ojos
de hablarle a simón
y con sus ojos
de mirar a simón
“estamos tristes porque
“estamos tristes porque
no está la tida”
y yo que voy por la calle
y yo que voy por la calle
cargada de paquetes
haciendo malabares
me empiezo a reír
me empiezo a reír
con esa risa que me sale
cuando no quiero
y resquebraja
toda la armadura
espero un rato y
la idea aparece:
armar con su voz
y con sus ojos
un talismán fluorescente
un talismán luminoso
lleno de cascabeles
cómo odio las bromas de los anestesistas
ayer me sacaron
varios pólipos del útero
y ahora alguien
analiza las muestras
en algún laboratorio
de la ciudad
justo antes de dormirme
llegué a escuchar
en un temblor incontrolable
la broma del anestesista
sobre las numerosas vueltas
que debieron darle
a la enorme bata de papel
que me pusieron
mientras su voz se diluía
yo alcancé a rogar
que por favor
nunca me volviesen a crecer
esas protuberancias ahí
ni en la piel ni en las glándulas
ni en ninguna parte
cuando desperté
el cirujano me tocaba la frente
en una caricia involuntaria, fugaz,
como si supiese
que mi dolor era anterior
ital park
todavía me da pena
aquel bolso amarillo
con sus pequeños mickeys
y sus rombos matelassé
destrozado por las ruedas
de los autitos chocadores
a los que me subí
para darles el gusto
entre empujones
presión de pares
dicen las teorías
está bien, pero qué otra cosa
podría haber hecho yo
más que decir sí
y dejarme llevar
al horror de la montaña rusa
y su ascenso traqueteado
a la fatal náusea del samba
no fueron esas teorías, no,
todo, todo era por el olor
a chicle de tu aliento
pavura
las lentejuelas de la blusa
se descosen y caen
y hacen ruido
mucho ruido
sobre el papel
todo lo que anotás
en tu libretita japonesa
termina siendo siempre
sobre lo mismo
aquel amor
el enunciado imposible
cómo se dirá pavura
en japonés
no sé
lo único que importa
es que tu frase se sostenga
por sí sola
Daniela Camozzi (1969 - Haedo, Provincia de Buenos Aires)
Inéditos