lunes, 29 de agosto de 2011

Pablo Natale: La abuela se trepó al techo, con su mirada láser



Madre en Suecia

En una película sueca
se llamaría Johanna
mi madre tiene tres comportamientos básicos
de mucama, de hámster, de león
hace semanas, meses
que no veo su piel distendida
pule con constancia y solicitud
la superficie de los muebles
pero hace rato su cara
amanece sin pulir.
En una película sueca
se llamaría Johanna
la veríamos correr y, en su mejor momento
estirar la mano, subir a un tren
y luego tratar de recoger el bolso
lleno de ropa
que se cae por la vía recta
ropa que sería de mamá
y que nadie, nadie
va a recoger.
A veces, como ahora, llora
y su rostro se transforma al rojo
los pelos rizados y morenos se mueven
un pequeño golpe de electricidad en la cara
eso es casi todo
junto al silencio que construye
para dar espacio a la culpa de los demás.
A veces, también, no llora
simplemente se nos queda mirando
y sé que en ese momento espera
mucho más de mí
de lo que le puedo dar:
llamarla Johanna
e imaginarla libre
en una película sueca
que jamás vamos a ver.


Luces navideñas

Papá está dormido en el jardín
con una mano de fuego.
Se puede pasar a su lado
una y otra vez
pero esta noche no despierta.
Papá está dormido en una silla
cerca del ciruelo que está en el centro del jardín
tiene una mano apoyada en la panza
tiene la otra llena de fuego.
El año que viene va a ser mejor.
Y el año siguiente al que viene va a ser
igual de mejor: una a una
irán sucediendo todas las cosas.
¿Si la madre de mamá se muere
 nos quedaría de herencia la casa
no es así? ¿Si tu hermana loca se muere
nos quedaría de herencia la otra casa
no es así, es verdad que no es así?
Hay que repartirla entre cuatro y las deudas:
¿eso cuánto da?
Papá está recostado en una silla del jardín
parece un árbol viejo doblado
con fuegos artificiales de navidad encima.
Papá se quedó dormido en el jardín.
Papá se quedó dormido en el jardín.
Ve hacia ellos.
Ve, hacia ellos.


La nutria en el pozo negro

Mi propia música va y viene alrededor de cuatro paredes
cuando escucho que mi madre y mi padre discuten.
Otra vez parece como si cada uno llevara una pala
y se lanzaran tierra de manera interminable.
Ya no hay nada que hacer
me encantaría decirles
ya no hay nada que hacer, pero anunciar eso
implicaría continuar la cadena
a la espera de que un nuevo portador de inocencia
explique por qué y cómo son las cosas
qué es lo bueno, qué es lo malo
cuánto han llegado las cosas a su fin.
Mientras tanto las palas
siguen su lenta danza de amor y odio.
Tienen treinta. Cuarenta. Cincuenta.
Acaban de cumplir cincuenta y dos años.
¿Cómo podrían hacer para empezar otra cosa?
¿Cómo se hace para terminar con una pasión multiplicada
desdoblada en sí misma y empezar otra luego de
treinta años?
Mientras tanto yo no sé de dónde sale mi propia música.
Una y otra vez
dos adultos se trenzan en una discusión
matrimonial y las voces me dicen
que es como si se hubiesen dejado de lanzar
paladas de tierra uno a otro
y ahora se lanzaran ladrillos
y así fuese asombrosamente posible
construir una casa, un patio lleno de tierra
la propia música que me desborda y que canto.
El silencio que la sigue.

 

Exactamente ocho


Querida hermana:
cuando leas esto ya no tendrás ocho años
tampoco siete, que es la edad que tenés ahora.
Pero pasan los minutos, un corredor de luz detrás de otro
pasan los minutos.
¿Habrá un payaso doblado dentro de la torta de mañana?
¿Habrá un papel plegado en el payaso roto
habrá en eso una explicación para tu pequeño universo?
Universo que no conozco y que, generalmente, no me interesa.
Pero no te quiero mentir.
¿Qué esperás atrás mío, haciendo como que dormís
cuando estás despierta
soñando con la fiesta de mañana?
¿Esperás algo o solamente soy yo
que crecí hasta llegar a la altura
de ver crecer las cosas
y dejar de rezar por ellas?
Sos un oso de felpa con pensamientos de bebé
arrodillado en una escuela a la que no va nadie.
Sos una hebilla fucsia colgada de mi pelo
que abro y cierro como si fuera un tic
como cualquier otro juguete
con cuyo movimiento evito pensar
en lo que falta, en lo que no hace bien.
Suena el celular. Perdón, hermana
tengo que ver quién es.
Oh, no es nadie. Nada importante.
¿Que qué cosas importantes podrían pasar?
La verdad, muchas. Pero ninguna va a pasar ahí.
Que la casa explote como un payaso gordo
atorado de tortas
que se incendien las montañas
que el fuego nos brote el día menos pensado
cuando no estés acá
o cuando no lo puedas entender.
Cuando los corredores de luz se pierdan
en la sumatoria condensada de todos
y cada uno de los días.
¿Qué esperás dormida detrás
pequeña hermana?
En los 70 te hubiese convencido
de que crezcas barbie revolucionaria
y eso habría sido un error.
El mismo error que cometo ahora
centuplicado por cien.
Si vomito, es sólo por mí.
Si pienso en vos, es como si pensara en vos
pero sin pensar en vos.
Si movés la cabeza de la almohada, abrís los ojos
y me preguntás si acaso voy a tirarte las orejas
seré honesto, diré que no.
Somos grandes, basta de eso.
Cuando hablamos
tenemos los dos ocho años
aunque todavía no den las doce.
Dame tus botas. Poné bien las sábanas.
Saludá a nuestros gatos y a los amigos de nuestros gatos.
Cerrá los ojos, cuando me vaya a dormir
te escribiré un poema.
¿Que qué es un poema?
Es como un payaso
o como la mitad de una torta
que alguien se lleva para regalar
y después tira en la basura.
Un poema es una canción.
Una canción de cumpleaños para cuando tengas 18
y seas barbie hermana punk.
O alguien silenciosa, terrible y dulce.
Si salís con alguien como yo no te lo perdono.
Un poema es eso y algo que a la vez dice lo contrario.
Me voy a dormir, querida hermana
este oso que no habla
te dice adiós.
Ah, ya son las doce.
Feliz no cumpleaños.


Señorita Marvel

Éste es el poema
donde nos volvemos superhéroes
y sus archienemigos:
al señor de la tele se le cierra la boca
cosida como un muñeco
y la mujer que vende bolsas de consorcio
patea las puertas de nuestros hogares
imitando a Fu Manchú.
La abuela se trepó al techo, con su mirada láser
fulmina a todo aquel que se atreva a acercarse
es una vigilante tejiendo, agujerando las revistas de moda
la belleza escultural, la felicidad de los que tienen
mientras mi padre, atado a sí mismo, lloriquea en el sótano
el sótano en el que se encerró, donde sufre
amén de nosotros, por todos los demás.
Así que éste es el superpoema y ésta la superciudad
de la que ya no saldremos nunca:
brilla como si los deseos más salvajes
fuesen ahora posibles
Sólo queda una pregunta:
¿Dónde están los niños?
Recostado en su inmortal reposera
mi abuelo escupe semillas de mandarina
y le habla a las personas que no existen.


La carretera Noé

Los animales no hablan
y los recuerdos tampoco
me gustaría tallar eso en el árbol
al que trepamos con papá
en el paraíso imaginario
los animales no hablan
nos diríamos
tendidos allá arriba como si sólo fuésemos ropa
empujada por el viento
los nombres se secan
nuestras manos se secan y los recuerdos
se secan
somos animales
me gustaría decirle a papá
en el silencio de la noche
la casa se viene abajo y tan sólo éramos
animales

Pablo Natale
(nació en la ruta interestatal Córdoba-Rosario en la década del 80)
De Vida en común (editorial Nudista) y algunos inéditos