viernes, 21 de octubre de 2011

Adélia Prado: Vení sin paraguas -aunque esté lloviendo



Formas

De una sola manera se puede decir a alguien:
“no te olvido”.
La cuerda del violoncello queda vibrando sola
bajo un arco invisible
y los pecados desaparecen como ratas al descubierto.
Mi corazón asombra porque late
y hay sangre en él y va a parar un día
y se vuelve un tambor patético
si decís en mi oído:
“no te olvido”.
Manchas de luz en la pared,
una jarra pequeña
con tres rosas de plástico.

Todo en el mundo es perfecto.
Y la muerte es amor.


Mandala

Mi mayor ficción es Jonathan,
pero, como es poética, existe
y porque existe me mata
y me hace renacer en cada ciclo
de pasión y sueño.


Gritos y susurros

Este año es bisiesto, Jonathan.
En el cielo o en el infierno,
un día entero para nosotros.


Poema empezado por el final

Un cuerpo quiere otro cuerpo.
Un alma quiere otra alma y su cuerpo.
Este exceso de realidad me confunde.
Jonathan hablando:
parece que estoy en una película.
Si yo le dijese sos un estúpido
él diría sí, lo soy.
Si él dijese vení conmigo a pasear al infierno
yo iría.
Las casas bajas, las personas pobres
y el sol de la tarde
sobre nuestra fragilidad.
Venía con Jonathan
por la calle más torcida de la ciudad.
El camino del cielo.


Esquela de la muchacha osada

Jonathan,
aquí hay nazis desconfiados.
Ponete aquella camisa que detesto
-comprada en el Bazar Marruecos-
y venite como si fueras a reparar mi ducha.
Aprovechá el martes que mi padre va con mi madre
a visitar a la tía Quita a Lajeado.
Si cambiaran de idea, te mando una nueva esquela.
Vení sin paraguas –aunque esté lloviendo.
No aguanto más al tío Emilio que sabe y finge no saber
que noviamos a escondidas y vive poniéndote sobrenombres.
Eso que dijiste el otro día en la fiesta del campo
suena hasta hoy como música en mis oídos:
“no paro de pensar en vos”.
Yo también, Natinho, ni un minuto.
El martes, a las dos de la tarde,
hora en que sólo si el mundo acabara
dejaría de verte.
Con preocupación
Antonia.


Una vez más

No quiero amar más a Jonathan.
Estoy cansada de este amor sin mimos,
Destinado a volverse un amor de viejos.
Ay, nunca hablé así
-un amor de viejos.
Sin duda es una falsedad.
Así sea que Jonathan me olvide
Y esta canción desafine
como un mal bolero,
sigo queriendo la bicicleta holandesa
y después la cripta gótica
para que nuestros huesos descansen.
Eh, Jonathan,
no depende de vos
que el cántaro invisible rebalse oro.
Ni de mí.
Quiero afear el poema
para arrojarte mi desprecio,
en vano.
Lo escribe quien me dicta estas palabras,
lo escribe a través de mi mano.

                                                                           Trad. Graciela Cros



Cenizas

En el día de mi boda me quedé muy afligida.
Tomamos cerveza tibia con empanadas de masa hojaldre.
Tuve hijos con dolores.
Ayer, imprecisamente, a las nueve y media de la noche,
yo sacaba de la bolsa un kilo de arroz.
Ya no lucho más de aquel modo histérico,
entendí que todo es polvo que sobre todo se posa y recubre
y, a su modo, pacifica.
Las naranjas freudianamente me remiten a una rodaja de sueño.
Mi apetito se agudiza, hago estallar las costuras de buena impaciencia.
¿Quiénes somos entre el laxante y el somnífero?
Habrá siempre una marca de polvo sobre las camas,
un vaso mal lavado. ¿Pero qué importa?,
¿qué importan las cenizas
si convertidos en su materia ingrata,
hay también ojos que sobre mí se estremecieron de amor?
Este valle es de lágrimas.
Si dijera otra cosa mentiría.
Hoy parece mayo, un día espléndido,
los que vamos a morir iremos a los mercados,
¿qué hay en este exilio que nos mueve?
Digan no a las legumbres llevadas en los brazos
y a esta elegía.
Lo que escribí, lo escribí
porque estaba alegre.

                                                 Trad.  Fernando Noy - Claudia Schvartz



Tregua

Hoy estoy vieja como quiero estar.
Sin niguna estridencia.
Cambié todos los deseos por recuerdos
y una tacita de té.


Endecha

Aunque el viejo rosal insista en este agosto
y confirmen el reinicio estas mujeres grávidas,

yo sufro de un cansancio, intermitente
como ciertas fiebres.

Me da por lavarme el pelo y salir a secarlo al sol,
desprevenida. Hasta canto a veces.

Pero se posa en la canción un ave negra y yo desafino ronca
desacompasada, una pierna más corta,

la ausencia ocupa todos mis cuartos,
la memoria endurecida en el cristal
de una piedra en la uretra.

                                                                        Trad. Diana Bellessi


 
Adélia Prado (Divinópolis, Brasil, 13 de dic. de 1935)