jueves, 25 de agosto de 2011

Eloísa Oliva: Llueve en el centro de Manila




Sherry:

A Sherry Pinque le gusta el rap
sueña
con un pelo afro
coronando
su blanca cabeza
Sherry tiene una colección de canciones
en su mp3.
Cada mañana por las calles de Welland
despeja la nieve
con sus zapatillas
y elige alguna
de esas canciones.
Más tarde en su box 
se pone el headset y ensaya
Esta es la cuestión / señora / lo que hoy
le puedo ofrecer / ningún otro
negro/
se lo ofrecerá.
Moviendo los brazos, baila
de espaldas a la cámara
que vigila sus movimientos.

Cada vez que Sherry
logra vender
con el ritmo
que imprime a su guión
disfruta
un instante
la gloria.


Dooper: 

Tiene una voz nasal
y pronuncia el inglés con dureza.
Vive en Manila, o trabaja
en Manila.
Hace dieciséis semanas, desde un cubículo
disca números canadienses.
Nunca sabe con quién habla, pero sí cómo
tiene que hablar, lo mismo da
si está en Manila, en Córdoba
o en Winnipeg.
Dooper tiene veinte años
va en una moto roja hasta el trabajo
sobre la autopista que lleva
al centro de la ciudad, Dooper trata
cada mañana
de quebrar
la barrera del tiempo. Y no consigue
llegar a su línea de producción.
No sabe escuchar,  dicen sus jefes,
no detecta
las necesidades del cliente.

Pero Dooper no contesta, él
tiene un secreto que lo tranquiliza.

Llueve en el centro de Manila
el agua aleja
las bocinas de los autos.



Emerita:

Y ese día llegó Chan Hom
levantando la tierra
de las terrazas de arroz.
Era  la estación de las lluvias.
Emerita dormía
sus sábanas mojadas
por  la bruma de mar.
El viento todavía limpiando
la costa. Emerita sueña
con un dorado hombre
californiano
que la rescata
de los escombros dejados por  Chan Hom.
Cruzan el mar y en todas
las cadenas de noticias
es la princesa, la belleza de oriente
rescatada
por el príncipe surfer.
En Minesotta, sus jefas
ven esas noticias y se alegran
sinceramente por ella.
Emerita y el príncipe
se mudan a una choza
a orillas del mar. Un mar
que  sólo tiene olas
para el amor.
Ella cocina peces y
barre la casa
con hojas de palmera
mientras él
parafina su tabla. Desde el cielo
una nube densa
se les acerca: ¡Emerita Uba,
Emerita Uba!
¡despertate!, sos mía y 
te vengo a buscar.


Eloísa Oliva: (Buenos Aires, 1978)
De  El tiempo en Ontario (Inédito)